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Real Academia de Bellas Artes de San Fernando.

Institución cultural española, fundada en 1752 por el rey Fernando VI, con el fin de igualarse a las demás academias europeas generadas en el seno de la Ilustración.

Historia

Aunque proyectada su fundación bajo el reinado de Felipe IV, no llegó a crearse hasta el de Felipe V, en cuyo tiempo el escultor de la Real Casa, Juan Domingo Olivieri, y el primer Secretario de Estado y del Despacho, Marqués de Villarías, asentaron generosamente los primeros cimientos del futuro templo de las Artes. En 1744 el monarca aprobó el establecimiento de una Academia similar a las de otros países, y fijó las normas que deberían regirla en el triple aspecto artístico, gubernativo y económico. Ese mismo año se nombraron los diversos cargos y se celebró la primera reunión preparatoria en casa del citado Olivieri. Poco después tuvo lugar la primera junta general y pública, en la que el rey expuso que había concedido el piso principal de la Real Casa de la Panadería a la Corporación, y al año siguiente se adjudicaron las primeras pensiones para estudiar en Roma.

En 1749, fallecido el rey y el marqués de Villarías, el sucesor de la Corona, Fernando VI planteó los nuevos estatutos de la Academia, aprobados por Decreto Real en 1751, por los cuales se decidió que los miembros de ésta serían profesionales.

Al principio la Academia contó con un Protector, un Viceprotector, seis Consiliarios, un Director general, seis Maestros directores (dos para cada rama) y tres tenientes de los mismos, seis sustitutos, dieciséis Profesores -de entre los cuales, cuatro eran de Pintura, cuatro de Escultura y ocho de Arquitectura-, un Secretario, un Contador, un Tesorero, un Demostrador anatómico y un sustituto del mismo, un conserje, un portero y dos modelos. Se crearon ocho plazas para grabadores, talladores en relieve, pintores en miniatura de flores, de animales, países, mármoles y perspectivas. Además, se establecieron tres clases de académicos de indeterminado número, a saber, la de honor, para personas de calidad aficionadas o conocedoras de alguna Arte Plástica; la de mérito o supernumeraria, y la de gracia, reservada para nacionales y extranjeros aficionados a las artes. Asimismo, se fijaron las prerrogativas, exenciones y privilegios de la Corporación y de sus individuos.

En 1747 se colocó bajo el patrocinio de San Fernando, y la Academia se erigió por Real Decreto en 1752 y se celebró su solemne apertura, bajo el nombre de Real Academia de Nobles Artes de San Fernando. Cinco años más tarde se aprobaron nuevos Estatutos, en virtud de los cuales la autoridad dejaría de estar en manos de los profesores y sería asumida por el poder real. Así las cosas, el 13 de junio de 1752 se celebró la solemne apertura de la Academia en nombre del Monarca, como lo consigna el primer folleto impreso existente de las actas corporativas. Su divisa representó los atributos de aquellas tres Artes y una mano arrojaba sobre ellas otras tantas coronas, figurando alrededor de la misma la leyenda "Non coronabitur nisi legitime certaverit".

En 1773, la Academia se trasladó de la Casa de la Panadería al inmueble que ocupa en la actualidad, adquirido a tal fin por el soberano en nombre de la Real Academia. Algunos años más tarde, en 1793, el rey Carlos IV firmó los nuevos Estatutos, pues los antiguos habían quedado insuficientes. Se abrieron entonces nuevas perspectivas para el estudio de la pintura, la escultura, la anatomía, el yeso, la copia de estampas o el grabado, con lo cual las Artes adquirieron un nuevo lustre, brillante período que se apagó hacia 1808, durante la invasión francesa, cuando el país se vio sumido en la miseria y la desolación.

Con la paz, la institución cobró nuevos bríos, a lo que contribuyó no poco el que en 1816 asumiera la dirección de la Academia un Infante de la Familia Real. Poco después, el sexo femenino pudo tener acceso a las enseñanzas de esta noble Casa, bajo la protección de la reina Isabel de Braganza, gran amante de las artes y las letras, merced a los Estatutos que su esposo, Fernando VII, aprobó en 1819. Fueron llegando nuevas reformas, que intentaban renovar los planes de estudios y los métodos pedagógicos, lo cual, muy lamentablemente, no siempre se consiguió. En 1845 se creó la Escuela Especial de Bellas Artes, bajo la inspección y vigilancia de la Real Academia, y un año después vinieron los nuevos estatutos, afianzados luego con las disposiciones de 1854.

Cuando se firmó la Ley de Instrucción Pública de 1857, que creó escuelas dependientes del Ministerio de Fomento, la Academia revisó sus funciones y reestructuró sus cometidos; así pues, suprimió la Comisión Central de Monumentos y pasó a ocuparse de la inspección de los monumentos históricos y artísticos y la de los museos artísticos y de antigüedades, para lo cual delegó en Comisiones provinciales, formadas por individuos correspondientes de la Academia y de la de Historia. Por otra parte, en 1864 se revisaron los estatutos una vez más, por orden de la reina Isabel II, quien consideraba que su organización debía ser semejante a la de las demás Reales Academias, y no dedicarse en exclusiva a las tres Artes Plásticas.

Tras la instauración de la República, en 1873 se creó la Sección de Música, formada por doce individuos encabezados por Hilarión Eslava. Esto hizo que se pensase en ajustar el nombre de la Institución a sus nuevas características y denominarla, únicamente, Academia de Bellas Artes, pero ante las reclamaciones de la Corporación, el gobierno aprobó definitivamente el título de Academia de Bellas Artes de San Fernando. Posteriormente, una vez restaurada la Monarquía, se antepuso el término Real, con que se la sigue conociendo en la actualidad.

La Guerra Civil, iniciada en 1936, tuvo inmediatas consecuencias para las Reales Academias, pues el gobierno de la República dictó su disolución y ordenó que tanto los edificios como el patrimonio quedaran a disposición del Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes. Franco devolvió a las Academias el tratamiento de Reales, las agrupó en un Cuerpo denominado Instituto de España -cuyos miembros eran exclusivamente los supernumerarios de las academias-, y ordenó reanudar sus tareas en la ciudad de San Sebastián, con sede en el Palacio de San Telmo. En lo que respecta a la Real de San Fernando, en 1939 volvió de nuevo a su domicilio madrileño.

Con motivo de la reforma y ampliación de la sede propia de la Academia, la Dirección General de Bellas Artes le cedió temporalmente los locales que en la Biblioteca Nacional había ocupado el Museo de Arte Moderno (hoy día, Museo de Arte del siglo XIX). A tal efecto, en 1974 se trasladaron en su mayor parte las dependencias de la Academia a dicho edificio, donde quedaron instaladas provisionalmente. En 1982 se reanudaron las sesiones académicas; en 1987 se aprobó la Reforma parcial de los Estatutos de la Academia, en la que se fijaban algunas disposiciones como que la cifra de Académicos numerarios en cincuenta y uno (de los cuarenta y ocho que había inicialmente), o la incorporaración a la Real Academia de las denominadas "artes de la imagen" (fotografía, cinematografía, televisión y vídeo), que quedaron incluídas en una de las cuatro secciones, que pasó a denominarse "Sección de Escultura y Artes de la Imagen", y para la cual, en 1996, se creó una nueva plaza, con lo que el número de académicos se elevaba a cincuenta y dos. La última remodelación del edificio fue realizada por el académico y arquitecto Fernando Chueca-Goitia en el madrileño palacio de Goyeneche en 1972, y coincidió con la revisión definitiva de los fondos.

El 25 de enero de 1943 la Academia instituyó, con carácter anual y honorífico, la Medalla de Honor para aquellas personas o instituciones de carácter público o privado que más se hubiesen destacado en el fomento o la protección de las artes. La concesión del premio se realiza en la onomástica de San Fernando. Por último, cabe citar que la Academia cuenta con un museo, un archivo y una biblioteca abiertos al público.

Los fondos de la Academia

La procedencia de los fondos de la Academia es muy variada. En un principio fueron donaciones de tipo privado, particularmente de algunos nobles (pongamos por caso a Manuel de Godoy) o generosos mecenas (como, en pleno siglo XX, Fernando Guitarte) que cedieron su propia colección particular, si no una institución, como un convento o un colegio, que entregaba sus bienes artísticos. A esto se unieron los premios que promovía la propia Academia para procurarse fondos y que, en general, fueron muy concurridos.

La Academia cuenta con una dilatada colección artística que abarca desde el siglo XVI al XX, y que comprende esculturas, pinturas, dibujos y grabados, así como cerámica, relojes, moblaje, cuberterías y esmaltes de diversa procedencia. Entre tal cantidad de muestras de arte, y a pesar de que sea verdaderamente dificultoso destacar alguna, merecen mención aparte la colección Suite Volard -una serie de dibujos de Pablo Picasso-, los originales de los grabados de Goya (Tauromaquia, los Desastres de la guerra, los Caprichos y los Disparates), lienzos de Velázquez y una obra de Archimboldo, única en su género en España.

Autor

  • lu